Biofortificación con yodo en tomate y lechuga utilizando complejos de yodo-quitosán.
Protocolo de investigación
Versión aceptada
Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro
Saltillo, Coahuila, Mexico
El Yodo es un elemento perteneciente al grupo VII A de la tabla periódica, es un halógeno, no metálico, con masa atómica de 126.904 y número atómico de 53. Se encuentra en mayor proporción en los océanos, principalmente en el agua y en organismos como las algas cafés del genero Laminaria, las cuales liberan a la atmosfera compuestos inorgánicos y órgano-yodados como: yodo molecular (I2), CH2I2, CH3I (Moore y Groszko, 1999; Jones et al., 2010). El yodo también se puede encontrar en: suelos, rocas y agua. El ciclo geoquímico del yodo le confiere propiedades únicas, debido a su volatilidad y movilidad entre los ecosistemas (Fuge y Johnson, 2015).
El Yodo es un elemento esencial para el ser humano, debido a que forma parte de la glándula tiroides específicamente de las hormonas triyodotironina (T3) y tetrayodotironina (también conocida como: (3,5,3',5'-tetrayodotironina, T4 o tiroxina). Es un elemento que interviene en el crecimiento y el buen desarrollo del cerebro durante la etapa fetal, la ausencia o déficit de yodo durante esta etapa puede tener consecuencias irreversibles (Zimmermann, 2008). Una dieta baja en yodo puede ocasionar: déficit mental, bajo coeficiente intelectual, bocio, hipertiroidismo, cretinismo y muerte al nacer, a estos padecimientos, se les conoce comúnmente como desordenes por deficiencias de yodo (IDD). Por otra parte, se ha demostrado que el yodo es capaz de actuar como antioxidante y antiproliferativo de células malignas (Anguiano y Aceves, 2011; Aranda et al., 2013). La Organización Mundial de la Salud (WHO, 2007) estimó que alrededor de 2x109 individuos tienen una nutrición inadecuada de yodo, de los cuales 266x106 son niños en edad escolar (de Benoist et al.,2008). La principal fuente de consumo de yodo es por medio de los alimentos, aunque en algunas regiones se obtiene por medio del agua (Fuge y Johnson, 2015). El yodo en los alimentos es fácilmente asimilado y rápidamente disponible (Weng et al., 2014). Las plantas pueden asimilar el yodo a través de las raíces o directamente por los estomas en las hojas a partir del yodo gaseoso presente en la atmosfera.
Desde el año de 1920 se ha aplicado la yodación universal de la sal de mesa que ha disminuido la deficiencia de yodo en la población humana; sin embargo, en promedio un 40% del yodo en la sal de mesa se volatiliza durante el almacenaje y otro porcentaje variable se pierde durante la cocción de los alimentos. Además, en muchos países se ha promovido un menor consumo de sal. Como medida alternativa para aumentar la ingesta de yodo se ha propuesto la biofortificación de cultivos, ya que en los complejos orgánicos de yodo ocurre menor volatilización (Medrano et al., 2016).
En cuanto a la forma química de yodo la mayor parte de los estudios reportan el uso de yoduro de potasio y yodato de potasio, siendo esta última la más común (Medrano et al., 2016). Algunos autores reportan efectos positivos al aplicar sales de yodo en diversos cultivos, tales como: aumento en el crecimiento, aumento en capacidad antioxidante, presencia de yodo en partes comestibles tanto de frutos y hojas (Weng et al.,2003; Leyva et al., 2011; Smolen et al., 2015), sin embargo, otros autores reportan efectos negativos como: necrosis, clorosis, disminución en crecimiento (Hong et al., 2008; Lawson et al., 2015). Algunos otros autores, han reportado resultados intermedios (Blasco et al., 2008; García-Osuna et al., 2014). Sin embargo, al aplicar yodo al suelo en forma de sales, este puede volatilizarse
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